Antes de nada, quizás te esté sorprendiendo recibir este email. Normal, probablemente no recuerdes haberte suscrito a esta newsletter o la dabas por perdida. La verdad es que hace un año y 4 meses que no mando ningún email. Cómo estrategia de marketing, bastante pésima, la verdad. Pero ya sabes, en casa del herrero, cuchillo de palo.
Bueno, la cosa es que vuelvo a estar activa por aquí. Si te apetece quedarte, te iré mandando semanalmente reflexiones marketinianas para que juntos entendamos un poco mejor de qué va esto de vender online. Si esto ya no te interesa y quieres darte de baja, ha sido un placer, nos veremos por otros lares.
Vamos a ello.
Hoy quiero hablaros de las expectativas y lo importante que es manejarlas correctamente en el mundo del marketing (y en la vida en general). Podemos tener un producto o servicio brillante, una estrategia pensada al milímetro pero si subestimamos el poder de las expectativas, nos lo podemos cargar todo en un momentito.
Escenario nº1 - Pasarnos de frenada
Nos enamoramos de nuestro producto, nos parece lo más increíble sobre la faz de la tierra y además, queremos venderlo a toda costa. Y eso deriva en mensajes un tanto exagerados donde hacemos promesas imposibles (o al menos muy difíciles) de cumplir. Prometemos que te va a cambiar la vida, que jamás has visto nada igual, que los resultados están garantizados…
Vamos, que al decepción está asegurada. Estamos prometiendo más de lo que podemos dar. Puede que tengamos un buen producto entre manos que a nuestro cliente le sería más que suficiente, que ya de por sí podía encantarle. Pero si se lo edulcoramos demasiado, luego le va a saber a poco.
Así que cuidado con las promesas imposibles y con atribuir a aquello que ofrecemos virtudes que quizás, no tenga. Lo estás condenando a no gustar.
Escenario nº2 - Pecamos de humildad
No queremos caer en el escenario nº1 ni parecer unos vendehumos. Queremos ser humildes en nuestra comunicación, nos da un poco de miedo eso de que “se note que estamos vendiendo” y terminamos por no comunicar ni un 20% del potencial que tiene nuestro producto para nuestro cliente.
Si no le contamos a nuestro público objetivo cómo nuestro producto puede ayudarle, qué necesidades o deseos puede satisfacer, jamás vamos a convencerle de que lo compre. Si no generamos en ellos una expectativa lo suficientemente atractiva como para que la relación coste-beneficio le compense, jamás vamos a vender nada.
Si nosotros no ponemos en valor nuestro producto, el cliente no lo va a hacer. Nadie compra nada si nos dedicamos a ponerle las expectativas por los suelos.
Así que… EQUILIBRIO
Y aquí está la dificultad. En generar unas expectativas suficientes para resultar atractivos pero ajustándonos a lo que en realidad nuestro producto puede ofrecer, para evitar decepciones. Cumplir, vaya. Si te digo que es de X calidad, que lo sea. Si te digo que te llega en 2 días, que llegue. Si te digo que te resuelve X problema, que lo haga.
Así que te invito a revisar cómo estás comunicando sobre tu proyecto. Qué analices qué puede estar percibiendo tu receptor, qué expectativas estás generando. Que lo que prometes se corresponda con lo que reciben.
Expectativas cumplidas, clientes contentos.
Nos leemos el martes que viene.
Leire
¡Un gusto tenerte de vuelta!